Inclusión educativa hacia una nueva cultura escolar

Antes de resolver la cuestión con el reclamo del padre de familia hay que distinguir entre exclusión, integración e inclusión, para esto retomaremos la parábola del invitado a cenar del profesor Pere Pujolí s (2003), pero en este caso la contaremos desde la perspectiva de los niños:

Juan celebrará sus 8 años de edad con una divertida fiesta con sus amigos de la escuela, el menú incluye hamburguesas, hot dogs, bebidas azucaradas, muchos dulces y un enorme pastel de chocolate. Elena, la madre de Juan, invitó a Luis a la fiesta, quien es su amigo desde la guarderí­a pero ahora asisten a diferentes escuelas. Un dí­a antes de la esperada, fiesta la madre de Luis llama y le comenta a Elena que olvidó mencionar que su hijo no puede comer carne ni alimentos con mucha azúcar, esto plantea un reto para los anfitriones con 3 posibles desenlaces:

  1. Elena podrí­a llamar a la madre de Luis y disculparse debido a que la fiesta ha sido cancelada (aunque no sea cierto), para evitar que Luis pase un mal rato al no poder comer nada, es decir, que sólo se invita a los niños que pueden comer el menú ya preparado.
  2. Elena podrí­a improvisar un plato que Luis pueda comer, como una ensalada, y así­ podrí­a asistir a la fiesta con los otros niños pero tendrí­a un platillo especial.
  3. Elena rediseñarí­a el menú para ofrecer platillos que todos los niños pudieran comer, incluyendo a Luis, dejando de lado los dulces y hamburguesas por verduras y frutas, con diferentes y coloridas salsas que sea igual de disfrutable.

El primer escenario ilustra la exclusión debido a la diferencia de Luis, éste no es invitado a la fiesta porque no puede participar como los otros invitados, ya que sólo se admite a quien pueda participar con el menú y actividades previamente establecidas por la anfitriona. El segundo escenario refleja la integración, en el que la fiesta se desarrolla normalmente pero Luis, quien es claramente diferente, recibe un platillo especial para poder participar. El tercer escenario corresponde a la inclusión, en el que los anfitriones organizan una fiesta pensando en todos los invitados, de manera que todos puedan participar y degustar los platillos preparados.

La inclusión educativa no es igual a una adaptación curricular, mucho menos a las escuelas “especiales”, significa adoptar una nueva cultura, en la que los integrantes de su comunidad participen en la creación de una educación que todos puedan aprovechar.

“Es cierto que la calculadora hace más fácil resolver los problemas de matemáticas y que para su hijo serí­a una gran ventaja, pero Alonso necesita esa calculadora para poder participar con los otros niños en igualdad de condiciones; lo injusto serí­a que participara sin ella”, una cultura inclusiva es reconocer la diferencia del otro y poder desarrollarse a partir de ella.

En el caso de la competencia de matemáticas, como serí­a dentro del aula, añadir la calculadora es un elemento que da pertinencia a la enseñanza, lo que representa que la planeación del colectivo docente contempla la diversidad desde un inicio, a través de la accesibilidad en el proceso de aprendizaje. La escuela de Alonso ha hecho un gran trabajo con la gestión de las prácticas inclusivas y la organización de los recursos de apoyo, pero el reclamo del padre de familia es evidencia de la ausencia de un elemento clave: la cultura.

La cultura escolar es un concepto sumamente amplio que comprende los valores y filosofí­a de la institución, el contexto sociocultural, normativas y las relaciones que se desarrollan entre directivos, docentes, estudiantes y padres de familia. Adoptar un modelo inclusivo sin una sensibilización cultural implica partir con un obstáculo importante desde el inicio.

Una nueva cultura escolar debe ser el núcleo al fundamentar el proceso de inclusión, y podemos establecer la intervención desde 3 ámbitos medulares:

  1. Sentido de comunidad: fortalecer las relaciones entre los miembros de la comunidad, que todos se sientan reconocidos y valorados.
  2. Apoyo: que todos los actores dentro del hecho educativo, entendiendo que los padres son centrales, tengan participación y poder de expresión a sus inquietudes.
  3. Valores y actitudes: que en toda acción escolar sea claro que las diferencias son valoradas, no por requisito sino porque enriquece el desarrollo personal.

Una cultura inclusiva implica ir a los fines de la educación, alejados de los resultados de pruebas estandarizadas y el peso que se da al performance escolar, la razón de ser es el desarrollo de la persona desde su autenticidad, no sólo sus conocimientos, habilidades o valores, sino todos con la misma importancia. Así­, la escuela debe retomar su razón como comunidad al poner en práctica un currí­culo accesible para todos, que permita la autonomí­a del estudiante al aprender, el poder aprender de los demás y que pueda enseñar desde sí­ y, principalmente, trabajar por un procesos de enseñanza-aprendizaje en constante reflexión e introspección, permitiendo una educación personalizada (que no es individualizada), es decir, que puedan participar plenamente desde su ser.

La inclusión es un proceso sin fin, por el simple hecho de que la norma en los alumnos es ser diferentes, siendo imposible cubrir todas las diferencias en toda su amplitud permanentemente; la inclusión representa un procesos de aprendizaje continuo, de constante reflexión y replanteamiento frente a los paradigmas educativos.

En el caso del padre de familia la respuesta llegó a ser clara al final, la calculadora no es una ventaja para Alonso, es un apoyo especí­fico que le brinda la oportunidad de participar de acuerdo a sus capacidades y potencial. Vale la pena volver a mencionarlo, no es la calculadora, son todos, es la escuela que lo incluye y valora.

La diversidad en toda escuela la hace sujeto de inclusión, que contempla no sólo la discapacidad, sino las aptitudes sobresalientes, la raza, la religión, la cultura, la nacionalidad y todo rasgo que dote de autenticidad al estudiante. En Papalote, la zona “Mi hogar y mi familia” permitirá a tus alumnos conocer la diversidad cultural y social de México, te recomendamos exhibiciones como “¿Quién vive aquí­?” y “¿Qué vamos a comer?” para iniciar el diálogo sobre el valor e importancia de las diferencias.

 

Fuentes:

– Duk, C. (2004). El enfoque de la educación inclusiva. Fundación INENI.

– Escribano, A y Martí­nez, A. (2013). Inclusión educativa y profesorado inclusivo. NARCEA: España.

– Pujolí s, P. (2003). La escuela inclusiva y el aprendizaje cooperativo. Universidad de Vic: España.

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